Thursday, March 29, 2007

Historia de un paciente con problemas psicológicos.

El paciente se encontraba un tanto nervioso en la sala de espera. Era la primera vez que iba a un psicólogo, de hecho, era la primera vez que se abriría por completo para platicar sus problemas. Volteó a su alrededor y solo vio a la recepcionista contestando su teléfono. En la puerta estaba una placa que decía “Dr. Techuta Tubola”. El paciente estaba confiado en que estaría en buenas manos, ya que el Dr. Tubola había sido ampliamente recomendado.
Finalmente, después de unos cinco minutos de espera, la recepcionista le indicó que podía pasar. El paciente entró con cierta desconfianza y vio un diván, donde entendió que debía acostarse. El doctor entró y le tendió la mano, invitándolo a relajarse.
El doctor estaba leyendo un par de hojas en un fólder, que el paciente sabía que se trataba de su ficha técnica. “Muy bien, señor, veo que usted se dedica al deporte. Pero por favor cuénteme que lo trae por acá” le dijo el doctor, que proyectaba mucha confianza y una cierta tranquilidad que le añadía al ya de por si agradable ambiente.
“Pues verá doctor, resulta que tengo mal de amores, al menos eso creo. A mis ciento y tantos años (ya perdí la cuenta), he tenido millones de socios, miles de enemigos y sólo unos cuantos amantes”. Respiró profundo y continuó:”Reconozco que soy masoquista, ya que me encanta que me agarren a patadas y que me den de cabezazos. Aunque eso sí, siempre disfrutaré más a quien me golpea con tanta sutileza que siento que más que golpearme, me están acariciando.”
El doctor interrumpió: “muy bien, por favor cuénteme un poco más de estos socios de los que usted dice tener millones”. El paciente suspiró y volteó los dos ojos hacia el cielo, como tratando de evocar miles y miles de recuerdos al mismo tiempo: “En efecto doctor, cuando digo millones, son verdaderamente millones, ya que con tantos años que tengo y la cantidad de países que utilizan mis servicios, pues tengo mas anécdotas que años. Como en todo, tengo socios que dan todo de sí y disfrutan ampliamente mis servicios, tengo otros que literalmente me revientan, otros que aunque quieren tratarme bien, me tratan pésimo, y otros que creen que me entienden a la perfección y la realidad es que no tienen ni idea de qué me gusta ni como utilizarme.”
“Ya veo” dijo el doctor. “Usted mencionó que también tiene miles de enemigos.” La cara del paciente se desdibujó inmediatamente. Esta gente verdaderamente le hizo, le ha hecho y sabe que le seguirá haciendo un daño terrible.” Así es doctor. Desafortunadamente los intereses que hay alrededor de mí han hecho que mucha gente haga cosas impensables en el nombre de mis servicios, y le han quitado gran parte de la esencia original a éste maravilloso servicio que presto. De hecho, a veces pienso que ya solo se me utiliza para obtener algún dinero, y no para divertirse, competir o aprender, como era desde que nací y hasta unos 50 años después”.
El doctor lo observó con un poco de compasión y pena al mismo tiempo. “Ya voy entendiendo por que vino a verme. Pero al final del día, usted vino a contarme de su mal de amores.”
Esta vez, el paciente hizo una mueca con media sonrisa, como tratando de decidir si al hablar de este tema sufría o se complacía. “Pues si doctor, hoy por hoy estoy entre amores. Usted verá, yo tengo un gran amor más o menos cada 10 ó 15 años, pero amor lo que se dice amor. El primero de todos, el que nunca olvidaré, fue un morenito brasileño, que para ser sinceros lo pesqué muy jovencito, pero tenía tal habilidad para manejarme que caí literalmente rendido a sus pies desde que apareció en mi vida. Y aunque solo salía cada cuatro años a presumirme al resto del mundo, yo fui muy feliz en Brasil con él. Además de ser mi primer amor, ha sido mi mejor socio, ya que con nadie más en la historia conquisté más de mil veces el éxito total en mi línea de trabajo.”
“El segundo amor de mi vida llegó unos veinte años después. Se trataba de un chaparrito argentino, que le encantaba utilizarme muy pegado a él. Con él no alcancé tantas veces la cumbre, pero juntos éramos superiores al resto de los competidores de esa época. Juntos hacíamos que el resto de los socios en el lugar de trabajo fueran mucho mejores de lo que realmente eran. Ese condenado chaparro me podía manipular como nadie. Cómo lo extrañé cuando me dejó, pero desafortunadamente el me extrañó todavía más, e hizo puras tonterías con su vida después de alejarse de mi ¡casi se muere¡ Pero bueno, parece que hoy en día esta mejor.”
“El tercer amor de mi vida era un calvito francés. Creo que nunca he tenido un amor que me pegara con más elegancia que él. Cada vez que me atrapaba, sentía que caía en una almohada, y ello me invitaba a quedarme acurrucado junto a él. Cómo disfrutamos su carrera, hasta que un día todo terminó porque me confundió con el pecho de un socio, y en lugar de pegarme un cabezazo a mi, se lo dio a ese infeliz.”
El doctor asintió la cabeza, dando a conocer su empatía con el enfermo, y a la vez reafirmando que conocía el remedio para sus males.
“Usted es afortunado mi amigo, ya que entiendo su problema y sé perfectamente como lo vamos a solucionar. Usted tiene actualmente algunos socios que bien se pueden convertir en sus nuevos amores, pero tiene que darles tiempo para que se consoliden como tales.”
El doctor invitó al paciente a levantarse, y a cruzar la puerta hacia el vestíbulo. “Le voy a pedir de favor, que se ponga en contacto con la persona cuyos datos le va a entregar mi recepcionista. Quiero que le hable, que ponga su servicio a conciencia con él, y que se diviertan. En fin, que usted permita que esta persona le de el trato que usted se merece. Yo lo conozco bien, y tiene una alegría singular para utilizar sus servicios.”
Acto seguido, le dio le dio la mano al paciente y una palmada en la espalda y le dijo a su recepcionista “señorita, sea tan amable de darle al Sr. Balón de Futbol, los datos del Sr. Ronaldinho….”.


Por Sergio "el Cañón Vasco" Viso

1 comment:

Anonymous said...
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